-¿Alguna
vez te conté de mi amigo Kuk,
el dinosaurio? -
le dijo Bhuhb a Lhahl con un mate en la mano.
- No -, le contestó Lhahl -, ¿que pasó con
Kuk?
- Un día yo estaba mirando un libro de historia
y me enteré que hace muchos, pero muchos años aquí vivían los dinosaurios.
Yo los quería conocer, así que para irlos
a ver, de la oreja izquierda me tiré y por el tiempo viajé.
Los
dinosaurios eran unos animales grandotes, con poco pelo y muy seriesotes.
Todo se lo tomaban a la tremenda, desde
lo más chiquitito hasta la mayor afrenta.
Cuando llegué, estaba reunido el comité.
Un dinosaurio petiso hablaba, Kuk
Usaurio se llamaba. Protestaba y protestaba.
Parece que el perro de su vecino, en su patio jugaba.
Todos se sorprendieron al verme (nunca
habían visto a un duende), pero yo tenía tal sonrisa que a todos les
agarró mucha risa.
"¿Es que puedes ayudarnos?" -, dijeron
a coro los dinosaurios.
"Por supuesto", les contesté, "el problema
es más simple de lo que se ve. Si el perro de tu vecino juega en el
jardín, el problema ha llegado a su fin".
Los
dinosaurios se rascaban el coco, "¿es que este duende se volvió loco?"
"Para nada, Kuk
mi compañero, tienes que hacerte amigo del perro".
Y empecé ahí mismo, con las clases en idioma
canino. Al principio no les salía, en vez de "Guau", decían "Rosticería",
pero luego se acostumbraron y en el jardín con el perro jugaron.
"De ahí te traje este regalo", le dijo
Bhuhb a Lhahl cuando la historia hubo terminado. "Es
un caracol muy muy sabio, es amigo mío, se llama Caraco Saurio"
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